Lisette Oropesa's performance in Massenet's opera at the Met is alone worth the price of admission.
Ms. Oropesa slips into the title role as if it were custom couture. In her first aria, “Je suis encore tout étourdie,” sung with enunciation so clear it could be transcribed, she has an innocent lightness that gives way to intoxicating joy as it becomes apparent that Manon is already too grand for her humble packaging at the start: slight frame; childish hat and ponytail; plain outfit in muted blues.
As the opera continues — with Massenet’s effervescent and eclectic score, eager to please and utterly pleasing under the baton of Maurizio Benini — Ms. Oropesa’s musicality becomes even more layered.
It can be easy to play Manon as a ruthless femme fatale, for example, as she becomes the toast of Paris, and Ms. Oropesa was suddenly big-voiced, glamorously tossing off high notes with insouciant sprezzatura. But hear also how she shrinks her sound to a stark mournfulness in “Adieu, notre petite table,” pained yet chilly as she prepares to leave des Grieux for another man’s luxury.
Manon is her finest role to date, her clear, flexible soprano perfectly suited to Massenet’s blend of text-driven lyricism with the occasional burst of coloratura. From her breathless first entry full of wide-eyed charm to her final desperate gasp in the middle of Thomas’s endless highway to hell, she charts a clear path that ensures our engagement even as we vacillate between sympathy and condemnation. Each of her arias is a carefully contrasted gem, from the ditzy chit of Act I’s Je suis encore tout étourdie, to the double whammy of her Act III showpiece Je marche sur tous les Chemins with its following coloratura gavotte. By contrast, her famous Adieu, notre petite table is simple, yet profound.
Lisette Oropesa portrayed the title role. She possesses a round velvety timbre whose middle range has expanded and gained in depth and projection. Her entrance aria,”Je suis encore tout étourdie” showed her strong round sound and her fine bel canto technique. Her voice’s soaring pianissimo rises to a high B flat and in the cadenza presents in the middle of the piece which demands a fast scale up to a high E
The role almost seems to have been written just for Lisette Oropesa, whose performance combined overwhelming charisma and movie star looks.Her flexible light soprano has the fluttering sound of another era, familiar now mostly from old wax recordings.She has a perfect trill.The role of Des Grieux was sung by Michael Fabiano, a fascinating American tenor with a resonant voice, good looks and dramatic intensity.Conductor Maurizio Benini's pacing was a bit too spacious for me, but he drew elegant sounds from the orchestra.
La soprano estadounidense de origen cubano no defraudó en su debut europeo con este complejo personaje de Massenet, el pasado jueves 3 de octubre, en Valencia. Fue una inauguración de lujo de la temporada 24/25 en el Palau de Les Arts que coincidió, el día anterior, con el reconocimiento de Oropesa como mejor cantante femenina en la gala de los International Opera Awards celebrada en Múnich. La cantante cautivó al público desde su primera intervención, en el aria Je suis encore tout étourdie, con exquisitas coloraturas añadidas a sus carcajadas, después de fascinar con su fraseo de la inicial resignación a entrar en un convento.
Una caracterización de la inocencia y la sensualidad tan corpórea como flexible y natural. La prosiguió en Voyons, Manon o, ya en el segundo acto, en la bella Adieu, notre petite table. Cosechó la mayor ovación de la noche tras cantar una refinada y virtuosa gavotte del cuadro de Cours-la-Reine, en el tercer acto, que salpicó de brillantes sobreagudos. Pero lo mejor de la noche lo escuchamos poco después, en el irresistible N’est-ce plus ma main del cuadro de Saint-Sulpice, donde convence a Des Grieux de que renuncie a los hábitos con un excepcional legato y maravillosos filados.
Sin duda alguna, la estrella de la velada fue la Manon, interpretada por la soprano estadounidense Lisette Oropesa, que ya dejó un dulce sabor de boca tras el magnífico recital ofrecido en la temporada pasada, sobre este mismo escenario. Oropesa ha cantado este exigente papel de forma intachable. Su nítido timbre se mantuvo homogéneo en todo momento, y la voz estaba tan bien apoyada que parecía surgir sin el más mínimo esfuerzo. La afinación fue impecable, y la parte actoral estuvo bastante conseguida.
Oropesa se encuentra en plena forma. Se adaptó a todos los registros emocionales que demanda el personaje (inocencia, frescura, picardía, deseo, duda, melancolía, derroche, miedo, arrebato, orgullo, resignación, consunción...) con unos poderosos medios vocales y notable presencia escénica. Segurísima en todos los registros, homogénea, sutil y carnosa, determinante, matizada con exquisitez, siempre oxigenada, su voz fue un lujo que cubrió todos los rincones de la sala principal de Les Arts. En algún momento pensé que un bis estaba a punto de caer. Estas cosas no se sabe bien por qué, a veces pasan y otras no (bueno, en ocasiones sí que se sabe).
Lisette Oropesa, quien cantaba la protagonista por segunda vez, la primera en Europa, tras debutarla en el Met de Nueva York justo antes de la pandemia. La suya es una interpretacción de ensueño, ya no sólo por el instrumento, que está en plena forma, sino por el arte y la inteligencia puestos a su servicio y el carisma que derrochó en cada una de sus escenas. El canto sul fiato, los filados y ornamentos a piacere... presentaron ya una página de salida Je suis encore... de absoluta belleza, rematada por el Obéissons quand leur voix appelle del tercer acto, mucho más conocida para el público, que le regaló la mayor ovación de una noche a gran altura.
La Manon de Lisette Oropesa destacó por la naturalidad de la proyección y la eficacia dramática que supo imprimir al personaje. La técnica de la soprano cubanoamericana está muy por encima de las dificultades vocales de la heroína de Massenet. Ello le permitió centrarse en perfilar psicológicamente una Manon de referencia, tan delicada como torrencial, tan inocente como sensual. La energía que despliega la soprano en escena es inaudita, una oleada artística que refresca el personaje y hace que lo redescubramos de nuevo. La voz, con un vibrato siempre al límite, mantiene la flexibilidad que la ha hecho famosa, pero ya se adivinan meandros líricos que, de ensancharse, pueden dar lugar a una tipología vocal más asentada, que apenas se adivina hoy. Oropesa cantará esta temporada Violeta en Madrid y Nueva York, Rosina en París y Lucia en Munich.
Manon en “los locos años veinte”. Art déco. Las Kardashian. “Una de las pocas óperas en la que el hombre es la víctima y el tenor no es celoso”. Más allá de la palabrería, elucubraciones, interpretaciones y reinterpretaciones escénicas, del regreso de la ópera Manon de Massenet al Palau de Les Arts -ya se escuchó en 2010, en tiempos de Helga Schmidt- queda la esencia de una de las grandes óperas del repertorio; es decir, el canto y su base sinfónica. Fueron precisamente la soprano cubano-estadounidense Lisette Oropesa y la Orquestra de la Comunitat Valenciana los genuinos triunfadores de una función de contrastes y nivel, convertida en inolvidable por el canto y la expresión excepcional de la diva y una orquesta que tocó, cantó y sonó maravillosamente toda la noche bajo el gobierno efectivo de su titular, James Gaffigan.
Desde los primeros momentos, -“Je suis encore tout étourdie”-, la Oropesa dejó enunciados los perfiles expresivos y vocales de un personaje que le va como anillo al dedo. Musical y dramáticamente. A pesar de su poderosa personalidad, y de su condición de figura puntera de la lírica actual, en su interpretación fue solo Manon, la genuina y única. No hizo de Manon: fue la propia Manon la que el jueves, cantó y actuó en la escena inmensa del Palau de Les Arts. Tal fue su entrega, identificación con el personaje y médula vocal de un papel marcado por figuras legendarias de la ópera, con Victoria de los Ángeles a la cabeza. Oropesa, que debutó el rol en 2019, en el Metropolitan de Nueva York, incorpora su nombre a la nómina selecta de las mejores Manon que fueron y son.
Cantó desde el alma, otorgando sentido y expresión a cada palabra, a cada sílaba, a la evolución de una casi niña de 16 años, caprichosa y Lolita, que tras cinco actos y seis escenas concluye convertida en una heroína del amor y la libertad. Y fue esa transición difícil, desde la ingenuidad y la frivolidad a la pasión que es capaz de aparcar todos los sueños y anhelos de antaño para dejar que el amor imponga su ley en tiempos difíciles y contra cualquier conveniencia, la guía que marcó una noche en la que ella fue absoluta protagonista. El abismo entre la jovencita caprichosa y la heroína que cierra la historia con esa frase intensa y sencilla que sale de sus labios agónicos: “Et c’est là l’histoire de Manon Lescaut”.
Antes, momentos tan memorables como cuando en el segundo acto entona el aria más célebre “Adieu, notre petite table” con sutileza vocal transparente y cargada de efusión y nostalgias; o el contraste, en el frívolo tercer acto, con un “Je marche sur tous les chemins” redondeado con gracia y sabores dieciochescos en la gavota “Obéissons quand leur voix appelle”, donde retoma las jóvenes alegrías del amor y la juventud... Como Manon, el arte de Oropesa es voluble y versátil, fresco y joven. Atrevido y decidido. Impregnado de pasado y abierto a la incertidumbre del futuro. Y, como su hermana Charlotte (Werther), sin recovecos ni medias tintas.
Lisette Oropesa gave a performance as Manon that confirmed she is fully ready for leading roles at the Met. Her voice has grown in size and color since the days when she primarily appeared in soubrette parts: she has developed into a formidable lyric soprano, her voice filling out into a luscious instrument without losing any of its flexibility or tartness.
Moreover, Oropesa proved to be the rare soprano who can be entirely convincing in both sides of a complex role. In the first two acts she approached the role with a lovely, bright innocence, charming with a rendition of “Je suis encore tout étourdie” that combined spacious phrasing and breathless excitement, then channeling quiet but intense sadness in “Adieu, notre petite table.”
La producción del Palau valenciano ha encontrado en Lisette Oropesa a la intérprete ideal, dominante y arrebatadora como la compleja heroína, que padece y goza a la vez de las dolorosas delicias de la pasión amorosa y de los deleites del lujo, delicias y deleites perfumados, envenenados por el áspero sabor de la traición.
Most importantly, the chemistry between singers lit a match that didn’t burn out until standing ovations were long over. Arias stood out just enough to punctuate the narrative with moments of reflection. Most notably, Oropesa sang Act II’s famous ‘Goodbye, our little table’ with a mix of determination, nostalgia, innocence — and guilt. Each duet sung by Oropesa and Fabiano blended with a texture that perfectly matched the story’s momentum. As innocent lovers, they sang a youthful, touching love duet in their stolen-away Left Bank studio (complete with slanted roof). By Act IV, they have reunited — in Grieux’s priestly quarters, and both tainted by the ravages of modern life — for the St. Sulpice duet, arguably the highlight of the night. Even more than in Act II, Oropesa and Fabiano pulled out sustained and powerful phrases, evoking a no-longer innocent but highly complex love. Both singers captured intimacy so mature and raw that audience members were transformed into voyeurs, as the two characters fell into an embrace on a bed.
Oropesa impresiona en su matizada y amplísima, a la vez que contenida, gestualidad siempre sin afectación, en su capacidad para moverse por las tablas, para seducirnos visualmente, para que empaticemos con ella con un rol de los más extensos de todo el repertorio operístico, pues está en escena en los cinco actos, transitando desde la ensoñadora felicidad que transmite en Je suis encore tout étourdie, a la despedida de un mundo en el que fue feliz Adieu, notre petite table o en plena efervescencia de frivolidad «Je marche sur tous les chemins».
Vocalmente es una de las grandes sopranos líricas del momento, si bien aborda con suficiencia la coloratura. Sin embargo, todavía me parece más interesante su zona media y el ataque al agudo es verdaderamente extraordinario.
Still, the performers made this Wednesday evening something special. All the principal singers were, as of the previous week, new to their roles at the Met; and for Lisette Oropesa, as the lovably fallible heroine, it was an actual role debut. I’d never have guessed it from the performance she gave: vocally and dramatically Manon fit her like a perfectly tailored Parisian glove, full of lovely detail but never fussily so. The voice, with its seductive silvery glimmer, has enough colour to give it texture and depth and enough power to make Massenet’s musical points without straining. It’s been gratifying to see Oropesa, so long underappreciated at what for years was her home house, being given her local due: both as the dual winner of this year’s Richard Tucker Award and the Met’s Beverly Sills Award, and in her twin starring roles this season at the Met (Violetta in La traviata awaits her in February). As slow as Peter Gelb has been—again!—to recognize what’s right under his nose, it’s a pleasure to welcome this very special singer back to New York. She’s the finest Manon I’ve heard since the glory days of Beverly Sills.
Speaking of Lisette Oropesa, she had a major success in her first Met “Manon.” The title role is a mammoth undertaking and has proven a touchstone role for many famed divas of the past. Moreover, Pelly’s production requires a singer who can also dominate as an actress, navigating the complex world that the director created for the opera and character.
There is no denying Oropesa’s vocal purity and assurance and she wove an elegant legato line throughout “Je suis encore tout étourdie,” with the high A naturals at the apex of main melody statement gleaming. It was one of the few times where the speedier tempi worked well with Oropesa’s fierce coloratura, the unpronounced rallentandoes, and even the breezy take on the sixteenth note descents on “Pardonez à mon bavardage” allowing for a portrayal of Manon as a hurricane of energy ready to be unleashed.
Lisette Oropesa, where have you been all my life?
Of course, I've heard her before--she's appeared 100 times or so at the Met so one could hardly miss her--but never in a showpiece like the title role of Jules Massenet's MANON, opposite tenor Michael Fabiano's Chevalier des Grieux, on the second night of the Met's new season.
As Manon, Oropesa showed off her voice's clear, clean, pretty top...but make no mistake: She is not simply a songbird. The voice has some heft to it (ok, she's no Brunnhilde in the making). And she's also a fine actress: Oropesa is about the only one I've heard as Manon (or its step-sister, MANON LESCAUT by Puccini), who could pull off the girlish 16-year-old of Acts I & II and not seem frumpy or ridiculous. When librettists Meilhac and Gille say "no voice could be sweeter...no face more enchanting," they could have had Oropesa as their model.
In the famed Cours-la-Reine scene that starts Act III--staged something like Cecil Beaton's Ascot Gavotte in the original MY FAIR LADY--it's interesting to see the change in Oropesa's demeanor: there isn't much. Usually, the Manons I've seen have become grand dames by this point--I particularly recall the portrayals of Beverly Sills and Anna Netrebko--but in Oropesa's account, she is still the teenager at heart with an eye on pleasure, but despite the fancy clothes, it's like she's wearing her older sister's gown.
This seems more in character in a story that appears to unfold over very few years, even though, by Act III, the girl can wrap any man she wants around her finger, with Oropesa singing gorgeously about the joys of love and wealth in "Obeissons quand leur voix appelle." Oropesa is a pleasure to hear and see, even when she expires at the end of Act V on a road that looks like a stretch of an LA freeway. (This Manon never gets to America, to expire in the desert of Louisiana as in MANON LESCAUT.)
But musically this Manon shines. Lisette Oropesa makes a truly touching title figure, especially in the plaintive parts.
Porque no es menor el hecho de que 'Manon' de Massenet derive buena parte de su fama al conglomerado de bellas melodías que aquí es escuchan muy bien perfiladas por Lisette Oropesa, protagonista absoluta de la reposición. Puestos a elegir un matiz de su actuación merecería la pena destacar la facilidad con la que describe el personaje desde la ingenua alegría de su 'Je suis encore tout étourdie', pasando por el reflexivo lamento en 'Adieu, notre petite table', tan dulcemente expresado; la nobleza de sus arrogantes agudos en 'Je marche sur tous les chemins', y la candidez de su despedida final. Oropesa canta en Valencia su primera Manon europea tras la apoteosis de su presentación en el Metropolitan de Nueva York. Las importantes exigencias vocales del papel tienen respuesta en la facilidad de emisión, la calidad de las medias voces, la delicadeza de los efectos y el dominio del registro agudo. En un concepto eminentemente dulce.
Manon pimpante et espiègle, Lisette Oropesa chante et interprète le rôle-titre avec une aisance déconcertante. Évoluant avec légèreté sur le plateau, la soprano déroule son chant avec naturel, d’un médium coloré à des aigus souples et sonores. Elle passe avec évidence de l’adolescente indécise à la femme du monde et ses qualités d’interprète s'affirment dès les premiers instants où elle entonne avec juvénilité « Je suis encor toute étourdie » jusqu’aux derniers où, livide, elle semble réellement quitter la vie en titubant. Avec son partenaire masculin, elle est accueillie triomphalement aux saluts, de même que l’ensemble de la distribution.
Lisette Oropesa, making her role debut as Manon, sang with an elegance and style that was perfect for a heroine with little control over her fate. Her French diction was incisive and clear, and her high notes soared into a long and sustained arc. As much as she thrilled with her beautiful singing.
Como Manon, el arte de Oropesa es voluble y versátil., además de directo, fresco y joven. Sin recovecos ni medias tintas. Empapado de pasado y sin reserva a la incertidumbre del futuro. Manon en cuerpo y alma. La soprano se metió en la piel del personaje y en su vocalidad compleja. Genuina y única. Diferente a Janine Micheau, a Victoria, a Cotrubas y a tantas otras grandes Manon de la historia, pero cercana al mismo olimpo. En el segundo acto afrontó el aria más célebre de la ópera, “Adieu, notre petite table”, con transparencia, nostalgia e impecable pureza vocal, en contraste con un “Je marche sur tous les chemins” (tercer acto) redondeado con gracia y sabores dieciochescos en la famosa gavota “Obéissons quand leur voix appelle”, cuando retoma las jóvenes alegrías del amor y la juventud.
Manon Oropesa. Cubana, estadounidense y, sobre todo, tan francesa como la música de Massenet.
Triunfó la diva estadounidense en este debut europeo en el personaje. Está viviendo un momento dorado, y eso se notó en la evolución del rol. Delicada, frágil, de voz suave y exquisita en sus pianissimo para proyectar, sobre cada esquina del imponente Palau de Les Arts, el drama de que está “aturdida, sorprendida” en el primer acto, antes de descubrir que hay otra vida muy diferente a la que el destino, y sobre todo su primo Lescaut, ha programado para ella.
Desde ese momento, no deja de crecer, pasando de ese recogimiento del primer y segundo acto (sublime en su Adeu, notre petite table) a la coloratura (brillante, chispeante, fresco y descarado su Je marche sur tous chemins) del tercero. Y así durante las más de tres horas de música que tiene que afrontar en este viaje del recato a las florituras musicales, en una obra tan complicada como imposible.
Lisette Oropesa, y la soprano estadounidense no defraudó; pocas cantantes cuentan con una voz tan idónea para el papel como la suya. Posee las agilidades y sobreagudos que exige el personaje y que buena parte del público espera; pero Manon no es un papel para una soprano ligera, ya que necesita de una cantante con un centro carnoso para poder desplegar todos los colores que un rol tan amplio y complejo necesita; Oropesa no solo lo tiene, sino que lo sabe explotar. De esa forma logró plasmar cada situación dramática, utilizando para ello solo el canto y sin tener que recurrir a ningún efecto de tipo verista fuera de estilo. El mejor ejemplo fue el patetismo que consiguió en el último acto. A eso hay que unir en despliegue escénico insuperable, porque la soprano se entregó a la producción de Vincent Huguet encarnando el personaje en todas sus dimensiones.
Lisette Oropesa enfin est la grande triomphatrice de la soirée, Elle fait sien le personnage de Manon avec une aisance désarmante. Son apparition timide au premier acte, avec son regard innocent, évoque la jeune Adjani dans L’Ecole des femmes. Elle chante « Je suis encore tout étourdie » avec une timbre pur et cristallin. Au II, elle propose une « Petite table » tout en émotion contenue avant d’apparaître, au début du troisième acte, dans sa féminité, troublante et provocante. Sa voix se fait sensuelle dès les premières notes de « Suis-je gentille ainsi ? » et se pare d’accents nostalgiques dans la gavotte. Sa scène finale enfin est particulièrement poignante, tant sur le plan scénique avec sa démarche épuisée et son visage blafard, que vocal. Cette Manon se hisse d’emblée au niveau des meilleures interprètes du rôle.
It was the towering performance of Lisette Oropesa as Manon [last seen in Meyerbeer's Les Huguenots at the Paris Opera, see Robert's review] though that swept all before. It’s a rare thing to vocally and physically convince us of this story’s verisimilitude – and on a screen the size of a house there’s nowhere to hide. So totally did she embody her character that she had me from the get-go. Just one look into those sweet wilful impish eyes was enough. Nothing about her interpretation seemed to have been left to chance. Every thought and move seemed connected to the next. A performance of supreme self-control and insight. Every finessed and exquisite phrase pushed her inexorably towards her fate. A ravishing and heart-rending evening.